martes, 6 de noviembre de 2007

Pequeños signos negros



Acabo de leer un libro de Ismail Kadaré. "Crónica de la ciudad de piedra" se titula. La cuenta un niño albanés y como telón de fondo tiene la segunda guerra mundial.

Pues ese niño que tenía una gran curiosidad por los libros, un día logró que le dejaran uno, y fue tan grande su emoción, que no puedo resistir la tentación de transcribir este párrafo del autor.

"Subí los escalones de cuatro en cuatro. En la sala grande no había nadie. Me senté cerca de la ventana, abrí el libro y comencé a leer. Leía muy despacio, sin entender apenas nada. Llegaba a un punto y volvía otra vez a releer el mismo trozo. Poco a poco comencé a entender lo que leía. Tenia la cabeza como un tambor. Oscurecía. Las letras empezaban a bailar y querían escaparse de las lineas. Me dolían los ojos.

Aquella noche no me podía dormir. Tenia el libro allí mismo bien cerca. Sobre el sillón. Una cosa tan pequeña y maravillosa. Entre dos tapas de cartón se escondían ruidos, puertas, gritos, caballos, personas. Al lado unos de otros, empujándose. Desarticulados en pequeños signos negros. Cabellos, ojos, uñas, manos, piernas, barbas, paredes, sangre, portazos, ruido de caballos, gritos, voces... Todos obedecían los pequeños signos negros. Las letras corren a toda velocidad. Ahora por aquí, ahora por allí. Corren las as, las efes, las ies, las kas... Se juntan para formar un caballo o una tormenta. Después vuelven a correr. Y crean un puñal, la noche, un homicidio. Después el camino, los portazos, el silencio....Corren, corren, corren sin parar. Continuamente".

Me resultó atractivo el párrafo, porque yo tengo hacia los libros un cariño especial y ciertamente los pequeños "signos negros" son maravillosos para mi. No en vano digo siempre que el mejor amigo del hombre no es el perro. Sino un libro.

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